10.02.2011

She's.



Contando los días para evitar una catástrofe.
Ya me cansé de tanto escándalo, me aburro de ustedes todo el tiempo.
¿Querés saber realmente qué es lo que quiero?
Estar con ella en todo momento;
verla crear y cultivar sus propios universos.
Es simplemente el ser más perfecto,
absoluta belleza destila en cada sonrisa.
Atesoro cada uno de sus sueños, intento protegerte del frío externo.
Y no es suficiente, no es suficiente.
Ninguna de estas mentes brillantes
ni aún teorizando mis rasgos más irracionales 
podría entender realmente
que sos lo más hermoso que he visto en este mundo.
No puedo hoy
contarle a tus ojos
lo bonitos que son cuando sos libre.
Ojalá siempre entiendas, de todas maneras,
que soy feliz
con cada una de tus proezas
y que cada decaída que tengas siempre servirá de aprendizaje
y estoy cerca, presente en tu auxilio
si el mundo niega darte un mínimo respiro.
Estoy enamorada de lo que sos y siempre seremos un secreto perdido,
en la memoria de las noches, las plazas y los ríos
 que nos vieron reir
 al menos una vez
jóvenes y exuberantes de aquel bizarro entusiasmo 
que nos mantiene siempre
 vivos.

9.29.2011

nada


cada vez más lejos, 
cada vez menos ganas;
cada día más inseguridades,
cada vez menos certezas;
cada vez más sangre,
cada vez menos recaudos;
cada día más desconfianza,
cada vez menos proyectos;
cada día más distante,
cada vez menos importancia.
Cada día más hipócrita,
cada día menos presente,
cada vez más ignorada,
cada vez menos motivos,
cada día más cerca de ser libre
 y cada vez menos vida.

9.27.2011

Mi último suspiro (algunos fragmentos)

Amor, amores

Un extraño suicidio que se produjo en Madrid hacia 1920, cuando yo vivía en la Residencia, me fascinó durante mucho tiempo. En un barrio que se llamaba Amaniel, un estudiante y su novia se dieron muerte en el jardín de un restaurante. Se sabía que estaban apasionantemente enamorados el uno del otro. Sus familias, que se conocían, mantenían excelentes relaciones. Cuando se le practicó la autopsia a la muchacha, se descubrió que era virgen.
En apariencia, no existía ningún problema, ningún obstáculo para la unión de aquellos dos jóvenes, “los amantes de Amaniel”. Se disponían a casarse. Entonces ¿por qué aquel doble suicidio? No aportaré gran luz sobre este misterio. Pero acaso un amor apasionado, sublime, que alcanza el nivel más elevado de la llama, es incompatible con la vida. Es demasiado grande, demasiado fuerte para ella. Sólo la muerte puede acogerlo.
A lo largo de este libro, hablo aquí y allí del amor y de los amores que forman parte de toda existencia. En mi infancia, conocí los sentimientos amorosos más intensos, ajenos a toda atracción sexual, hacia niñas de mi edad, y también hacia niños. Mi alma de niña y niño, como decía Lorca. Se trataba de un amor platónico en estado puro. Me sentía enamorado a la manera como un fervoroso monje puede amar a la Virgen María. La sola idea de que yo podía tocar el sexo de una muchacha, o sus senos, o sentir su lengua contra la mía, me repugnaba.
Estos amores románticos duraron hasta mi iniciación sexual –que se realizó con toda normalidad en un burdel de Zaragoza- y dejaron paso a los deseos sexuales habituales, pero sin desaparecer nunca por entero.
Con bastante frecuencia, he sostenido relaciones platónicas con mujeres de las que me sentía enamorado. A veces, estos sentimientos surgidos del corazón se mezclaban con pensamientos eróticos, pero no siempre.

(...) En la época de nuestra juventud, el amor nos parecía un sentimiento poderoso, capaz de transformar una vida. El deseo sexual, que le era inseparable, se acompañaba de un espíritu de aproximación, de conquista y de participación que debía elevarnos por encima de lo meramente material y hacernos capaces de grandes cosas.
Una de las encuestas de los surrealistas más célebres comenzaba con esta pregunta: “¿Qué esperanza pone usted en el amor?” Yo respondí: “Si amo, toda la esperanza. Si no amo, ninguna”. Amar nos parecía indispensable para la vida, para toda acción, para todo pensamiento, para toda búsqueda.
Hoy, si he de dar crédito a lo que me dicen, ocurre con el amor como con la fe en Dios. Tiene tendencia a desaparecer, al menos en ciertos medios. Se le suele considerar como un fenómeno histórico, como una ilusión cultural. Se le estudia, se le analiza..., y, si es posible, se le cura.
Yo protesto. No hemos sido víctimas de una ilusión. Aunque a algunos les resulte difícil creer, hemos amado verdaderamente.

El canto del cisne

(...) Hasta los setenta y cinco años no he detestado la vejez. Incluso encontraba en ella una cierta satisfacción, una calma nueva y apreciable como una liberación la desaparición del deseo sexual y de todos los demás deseos. No ambiciono nada, ni una casa a orillas del mar, ni un “Rolls Royce” ni, sobre todo, objetos de arte. Me digo, renegando de los gritos de mi juventud: “¡Abajo el amor desenfrenado! ¡Viva la amistad!”
Hasta los setenta y cinco años cuando veía a un hombre muy viejo y muy débil en la calle o en el vestíbulo de un hotel, decía al amigo que se encontraba conmigo: “¿Has visto a Buñuel? ¡Increíble! ¡El año pasado estaba todavía tan fuerte! ¡Qué ruina!” Leía y releía La vejez, de Simone de Beauvoir, libro que me parece admirable. Por pudor de la edad, no me exhibía en traje de baño en las piscinas, viajaba cada vez menos, pero mi vida se mantenía activa y equilibrada. Hice mi última película a los setenta y siete años.
Después, en los cinco últimos años, ha empezado verdaderamente la vejez. Me han afectado diversas afecciones, sin gravedad extrema. He empezado a quejarme de las piernas, antaño tan fuertes, luego de los ojos e, incluso, de la cabeza (olvidos frecuentes, falta de coordinación). (...) Mi salud se ve rodeada de amenazas. Y soy consciente de mi decrepitud.
Puedo establecer fácilmente mi diagnóstico. Soy viejo, ésa es mi principal enfermedad. Sólo me siento bien en mi casa, fiel a mi rutina cotidiana. Me levanto, tomo un café, hago media hora de ejercicio, me lavo, tomo otro café mientras como alguna cosa. Son las nueve y media o las diez. Salgo a dar una vuelta la manzana, y luego me aburro hasta el mediodía. Mis ojos son débiles. No puedo leer más que con una lupa y una iluminación especial, lo que me fatiga muy pronto. Mi sordera me impide desde hace tiempo escuchar música. Entonces espero, reflexiono, recuerdo, animado de una loca impaciencia, echando frecuentes miradas al reloj.
(...)
Desde hace algún tiempo, apunto en un cuaderno los nombres de mis amigos desaparecidos. Llamo a ese cuaderno El libro de los muertos. Lo hojeo con bastante frecuencia. Contiene centenares de nombres, unos al lado de los otros, por orden alfabético. Solamente anoto los nombres de aquellos con los que he tenido, aunque sólo fuera una vez, un verdadero contacto humano, y los miembros del grupo surrealista están marcados con una cruz roja. 1977-1978 fue para el grupo un año fatal: Man Ray, Calder, Max Ernst y Prévert desaparecieron en pocos meses.
(...)
Hace tiempo que el pensamiento de la muerte me es familiar. Desde los esqueletos paseados por las calles de Calanda en las procesiones de Semana Santa, la muerte forma parte de mi vida. Nunca he querido ignorarla, negarla. Pero no hay gran cosa que decir de la muerte cuando se es ateo como yo. Habrá que morir con el misterio. A veces me digo que quisiera saber, pero saber ¿qué? No se sabe ni durante, ni después. Después de todo, la nada. Nada nos espera, sino la podredumbre, el olor dulzón de la eternidad. Tal vez me haga incinerar para evitar eso.
Sin embargo, me interrogo sobre la forma de esta muerte.
A veces, por simple afán de distracción, pienso en nuestro viejo infierno. Se sabe que las llamas y los tridentes han desaparecido y que, para los teólogos modernos, no es más que la simple privación de la luz divina. Me veo flotando en una oscuridad eterna, con mi cuerpo, con todas mis fibras, que me serán necesarias para la resurrección final. De pronto, otro cuerpo choca conmigo en los espacios infernales. Se trata de un siamés muerto hace dos mil años al caer de un cocotero. Se aleja en las tinieblas. Transcurren millones de años, y, luego, siento otro golpe en la espalda. Es una cantinera de Napoléon. Y así sucesivamente. Me dejo llevar durante algunos momentos por las angustiosas tinieblas de este nuevo infierno, y luego vuelvo a la Tierra, donde estoy todavía.
Sin ilusión sobre la muerte, a veces me interrogo, no obstante, por las formas que puede adoptar. Me digo a veces que una muerte repentina es admirable, como la de mi amigo Max Aub, que murió de pronto mientras jugaba a las cartas. Pero de ordinario, mis preferencias se dirigen a una muerte más lenta, más esperada, permitiendo saludar por última vez a toda la vida que hemos conocido. Desde hace varios años, cada vez que abandono un lugar que conozco bien, donde he vivido y trabajado, que ha formado parte de mí mismo, como París, Madrid, Toledo, EL Paular, San José de Purúa, me detengo un instante para decir adiós a ese lugar. Me dirijo a él, digo, por ejemplo: “Adiós, San José. Aquí conocí momentos felices. Sin ti, mi vida hubiera sido diferente. Ahora me voy, no te volveré a ver, tú continuarás sin mí, te digo adiós”. Digo adiós a todo, a las montañas, a la fuente, a los árboles y a las ranas.
Claro está que a veces regreso a un lugar del que ya me he despedido. Pero no importa. Al marcharme, lo saludo por segunda vez.

Así es como quisiera morir, sabiendo que, esta vez, no volveré.

(...) Al aproximarse mi último suspiro, imagino con frecuencia una última broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho. Llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la Extremaunción. Después de lo cual, me vuelvo y muero.

Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.


Luis Buñuel: Mi último suspiro (Memorias), Barcelona, 1982

9.10.2011

Naturaleza muerta



Extraño que mis veranos
sean 
inocencia y libertad
sentir el fulgor del sol galopar entre la brisa
inmune a los pensamientos.
Solía volar descalza
y encontrar entre los mortales
indicios de autenticidad.
Solía ser pura y rebozaba vitalidad,
mis días no conocían lo absurdo del malestar.
Quisiera encontrarme otra vez sencilla,
abandonar este estúpido universo de precaria naturalidad...
oír miles de voces otra vez jugando en el viento
y fundirme en una enorme 
fuente de agua cristalina,
ser verde y etérea
volverme inefable,
dejar de existir para el resto de la humanidad.








4.02.2011

Mere


Te recuerdo aunque no todos los días te escribo
porque a veces sólo te pienso
y reflexiono mucho sobre cuán importante sos para mi vida.
Soy una maldita emocional
que guarda retazos de tu aura entre recuerdos
y promesas por vivir.
Los malestares de la distancia tienen cura.
Yo sólo quiero que siempre seas muy feliz; 
es así de simple es el motivo de mis desvelos,
y a su vez el motor de mis mejores proyectos.
Te amo todos los días que respiro
porque sos esa la criatura más increíble que existe.





4.01.2011

They believe in a better yesterday.

Augurios de libertad 
aplacados por esa inmensa inquietud 
que tiene el poder de controlar 
cada respiro
de
célula
viviente.
No me interesa navegar por esos mares
tan quejumbrosos, tan oscilantes
entre el bienestar común y 
la f el 
ic
i
d ad invididual incierta.
¿Qué dirán de mí aquellos poetas con talento?
Esas musas perdidas entre el desierto de la indiferencia y la ignorancia masificada
cohibidas por ese tumulto insano que algunas veces,
y con escasos argumentos verosímiles,
tildan de sociedad.

3.29.2011

Hay pesadillas que me persiguen y les temo porque son reales en mi mente.

La verdad no se siente tan real
en estos días...llenos de gloria, 

llenos de besos y gritos en todas partes,

no contentan del todo mis ansias.
Y me regocijo entre mis propios pensamientos, 
me vuelvo ermitaña y arisca con el entorno que nada de culpa tiene.
Lo lamento, cuánto lamento ser así.
Pero veo las sonrisas tan nítidas en los demás;
veo tantos nombres escritos 
defendiendo simbólicamente el orgullo de pertenecerse mutuamente
por una eternidad indefinida, desinteresada e indiferente...
Me siento tan fría, tan vacíamente solitaria
sin poder creer en nada, con un alma desgarrada por tantas injurias en esta vida...
Buscando la plenitud entre mis sueños, negando cada día más la realidad
tan lejos de ser lo que proyecto en mi mente.

No puedo evitar sentirme incompleta cada vez que miro alrededor y sé que no vas a estar ahí.

No puedo evitar sentirme obsoleta cada vez que me doy cuenta de lo poco que soy en comparación a otras.
No puedo evitar sentir y me molesta no poder cambiarlo.
Quisiera que los supérfluos fantasmas de mi psiquis desapareciesen
y que mis alteregos no me molestaran con preguntas tan obvias.
Me gustaría ignorar cada palabra hiriente y sumirme en el letargo perenne de mi abstracción inconsecuente
valorandome como nadie lo hace, haciendome sentir útil y amada a la vez;
me haría sentir viva y espléndida con detalles cursis e improvisados.
No podría pedirme semejante incoherencia, 
¿qué queda, entonces, para el resto de la humanidad?

3.02.2011

Boludeces


Quienes ven más allá del 
encuadre de la realidad
reelaboran los márgenes de la plenitud holística
del ser humano.
Cuando se extinguen los recursos
para disociar la razón de la 
iluminación inmaterial,
somos polvo grisáceo
que yace entre la sombra y la soledad.

1.19.2011

Otro texto más que te dedico, en vano.


Desearía que algún día encuentres esto, no por mí y quizás tampoco por vos. Quisiera que esto sirva una y mil veces para desenredar todos esos intrincados momentos de nuestras vidas que tanto odio libraron al azar. Sos la persona que más extraño, la persona cuyo perdón y cariño más necesito pero, sin embargo, sos la principal razón de mi situación actual. Quisiera no ser un desastre y no ir por la vida dando tanta lástima como vos decís pero no sé cómo ser mejor, no entiendo cómo puedo ser parte de tu mundo otra vez. Todo para mí se resume hoy en olvidarte para toda la vida o vivir a la espera de tu aprobación; es ése el momento más esperado e importante de mi vida y lo más probable es que nunca llegue más que en mi mundo de fantasía.

1.01.2011

Uno del uno del once.



No hay espacio para reflexiones vulgares
porque ya demasiadas tuve en estos
meses, 
años,
días,
horas, lo que sea. 
Sólo me quedo con la idea inconclusa
 de que todo es incierto
y lo que tengo por sentado en mi vida
no siempre es tan sólido como creo.
Cada día que pasa brinda
 un nuevo abanico de posibilidades;
que no existe
la buena o mala suerte 
todo se reduce a cada decisión
que tomo y a veces no. 
Todo es tan infinitamente amplio 
en este mundo en el que vivo
que a veces me gusta creerme
un escarabajo, un bicho bolita 
que no puede desenroscarse de su propio engaño.
Pero en el fondo sé que no todo es en vano
 y que existe siempre algo diferente 
y que no importa
 si es mejor o peor, 
sólo me importa porque es diferente.
Creative Commons License schizophrenia está bajo una licencia de Creative Commons.