Tres hombres emplumados dubitativos
responden a los estímulos de una música
que no sabrían cómo interpretar; las estupideces de siempre.
Algo de afecto irrelevante pero valioso.
No puedo recordar porqué ya no atesoro soles moribundos
pero me duermo feliz con mis mentiras,
y desde que no sé nada de las tuyas
es que camino sin rumbo, algo perdida.
Cómo me gusta que seas un caos,
cómo me gusta verte florecer del aire
sin pedir nada a cambio y arrojarte sin presiones
sobre el tumulto inerte de la sociedad...
No entiendo nada y no quiero abrir más los ojos,
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